Ya lo decía yo, esta fusión era un engendro
¿Por qué no hay ninguna caja de ahorros en España? ¿Estaban todas quebradas? ¿Es esa la razón por la que han desaparecido todas?
Con los primeros espadas de Caixanova en la cárcel, sobran los que vociferan: «Ya lo decía yo. Esa fusión era un engendro». Entre ellos se encuentran algunos políticos que la apoyaron y otros que le pusieron tantos obstáculos que lo único que hicieron fue dividir Galicia. La sentencia de la Audiencia Nacional que condena a los altos ejecutivos dice que Caixa Galiciaestaba quebrada, y Caixanova estaba solo «un poco mejor». Miles son las preguntas que uno se podría hacer al respecto, pero hay una básica que nos posiciona: ¿Por qué no hay ninguna caja de ahorros en España? ¿Estaban todas quebradas? ¿Es esa la razón por la que han desaparecido todas? ¡Qué casualidad! Nos explican los profesionales de la economía y de la política que todos -casi todos- los que dirigieron este tipo de entidades eran personas indecentes, sin escrúpulos. También recalcan que ese fue el principal motivo para liquidar las cajas de toda España y, de rebote, acabar con sus impresentables ejecutivos, que fueron tan listos que supieron chulear a los mandamases del Banco de España, del Ministerio de Economía y de las comunidades autónomas a los que tenían que dar explicaciones. Estos no se enteraron de nada. Al menos, eso parece, porque mientras las entidades han agonizado y quebrado, ellos no han dado ni la primera explicación de lo ocurrido. Aunque es cierto que ni la Fiscalía General del Estado se la ha pedido, ni el FROB se la ha pedido, ni la Audiencia Nacional se la ha pedido, ni tampoco el Tribunal Supremo se la ha pedido.
La fuerza del centralismo
Sea como fuere, en Galicia se gestó la fusión de dos cajas que fue un gran acierto. Sí, sí, acierto. Porque, partiendo de la base de que la fusión en sí nada tiene que ver con el caso de las indemnizaciones millonarias, la unión de Caixa Galicia y Caixanova hizo que Galicia siguiese situada en el mapa financiero español. Y ello mal que le pese a los que intentaron liquidarla con su integración en otra entidad mayor o participando en aquel engendro que le denominaron fusión fría o SIP. Si hubiera ocurrido, hoy los activos procedentes del ahorro gallego se estarían gestionando desde Madrid o Barcelona, donde se encuentran prácticamente todos los órganos de decisión de los bancos españoles.
La fuerza centrípeta del centralismo arrasa con todo lo que encuentra a su paso hasta situarlo en el Paseo de la Castellana o en el de Gracia. Si no que investiguen si Cajastur, Caja de Extremadura y Caja Cantabria se unen hoy en Liberbank, localizado a escasos metros de La Cibeles; o si Caja Granada, Caja Murcia y Sa Nostra operan bajo el nombre de BMN, con dirección en el Paseo de Recoletos.
Si la sede de las compañías está lejos del territorio, también lo están -o suelen estar- aquellos que toman las decisiones de peso, las importantes, esas que son vitales para el desarrollo de una comunidad autónoma. Por ejemplo: a qué empresa se le concede un crédito, por qué y de cuánto importe.
Además, cuando un banco se integra en otro, lo que ocurre -siempre- es que se pierde el empleo que se duplica, tanto en la red comercial como en servicios centrales. Llega entonces el momento de elegir entre despidos y traslados, lo que provoca, inevitablemente, la pérdida y la destrucción de talento.
Hilando argumentos solo hay que recordar que en las sedes, las compañías suelen tener a la plantilla con contratos de mayor calidad, lo que se traduce en mejores salarios que aportan crecimiento (a través del gasto) en el entorno. Repercute directamente en todos los negocios de la zona, al igual que cuando una empresa, financiera o no, cierra sus puertas o comienza a languidecer genera un movimiento triste sobre sociedades vecinas. Al contrario, cuando una compañía nace y triunfa provoca más éxitos.
De malas gestiones y crisis mundiales
Esto es así de simple. El rescate bancario que le costó a España 60.718 millones de euros vino motivado por la mala gestión de algunos, el mal hacer del Banco de España y de los responsables del resto de organismo reguladores, y de una crisis económica que explosionó en EE.UU. con las hipotecas subprime y zarandeó a esa España que vivía con la borrachera de una burbuja inmobiliaria que ningún responsable político quiso hacer explotar porque vivían de ella.
Una o ninguna. Entre las dos opciones se encontraba el paradigma para impulsar o no la fusión.
El resultado de la operación no es tan malo cuando hoy en el noroeste de España hay una entidad, Abanca, que cuenta con un volumen de activos de 48.326 millones de euros, dirige 700 oficinas, está presente en 9 países y da empleo a 4.800 personas altamente cualificadas y con unos salarios lo suficientemente altos como para que salten el listón de dignos. Esto es lo que ganaron Galicia y, por supuesto, los gallegos.
Por si alguien lo duda: sí, valió la pena.
Publicado por “La voz de Galicia”